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Cualquier trozo de ropa que pueda aparecer dentro de una caja polvorienta en un desván, unas camisas olvidadas en el fondo del armario, unas gafas viejas que llenan una caja... todo son los complementos perfectos para la transformación, para poder...
En esta sección de juguetes en oferta de Jugar i Jugar, encontraréis diferentes productos con jugosos descuentos, así como otros muchos que tenemos en oferta hasta... ver más
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Cualquier trozo de ropa que pueda aparecer dentro de una caja polvorienta en un desván, unas camisas olvidadas en el fondo del armario, unas gafas viejas que llenan una caja... todo son los complementos perfectos para la transformación, para poder convertirse en quien es quiera. Y es que en el juego, todo vale.
Los niños y las niñas se disfrazan, no es ninguna novedad. Hay niños y niñas que se disfrazan a todas horas y que, por más que se pida y se desee, no dejan el disfraz ni para ir a dormir. Y hay otros/as a los/las que no les gusta mucho la idea de transformarse y prefieren no participar.
En el disfrazarse hay una desaparición personal. El yo deja paso al personaje inventado para adquirir otra identidad. Y es tal la fusión que se da en esta transformación que, a veces, se hace difícil volver en sí. De entre los personajes más típicos están los superhéroes, princesas, reyes, lobos, gatos, piratas, indios... y no se quedan de lado los personajes de series de televisión y películas.
El disfraz se podría comparar con los muñecos en miniatura. Las niñas y los niños se vierten y se convierten en un elemento de proyección donde dejan de ser ellos/ellas mismos/as y adquieren el rol del personaje elegido. Se trata pues, de un juego muy serio. Sólo hay que ver cuando otros/as niños/as o adultos/as se disfrazan y cómo los miran con cierta desconfianza, sin saber si continúan allí o han desaparecido detrás del disfraz. Y a pesar de quitarse todos los complementos, tardan un rato en volver a encontrarlos.
Recordamos una niña de cinco años el día de carnaval. Con mucha ilusión se puso su disfraz de pingüino y su madre la maquilló. Cuando se miró en el espejo, se puso a llorar, ya que no sabía qué había pasado, pero ese reflejo no era ella, había desaparecido.
A pesar de existir una gran variedad de disfraces y complementos en el mercado, los niños, como con cualquier otro juego, no necesitan casi nada para la transformación y creación. Unos recortes de ropa, unas corbatas, camisas, faldas, sombreros... y se asegura un buen rato imaginativa y creativa. Nosotras hemos hecho una selección muy cuidada de los materiales que os recomendamos tener por casa por si queréis acompañar y darles opciones a vuestros hijos y vuestras hijas en este jugar a disfrazarse.
Sea como sea, el jugar a disfrazarse alimenta la capacidad creadora, el ingenio, la imaginación y la proyección. Se convierte en un juego que ayuda a ponerse en la piel de otras personas y entenderlos empáticamente. Así que cuando ves a un niño o a una niña disfrazado/a, recuerde que no es él/ella, sino un personaje que navega por el mar de la imaginación. Por eso los niños y las niñas, siempre juegan y siempre jugarán a disfrazarse.
Una de las cosas que nos preguntan mucho es por qué tenemos en nuestra selección espadas, ballestas o escudos como los que encontraréis en esta sección. A mucha gente le resulta chocante que los incluyamos en nuestro catálogo porque parece que no concuerda mucho con nuestra filosofía, pero os vamos a intentar explicar porqué nosotras creemos que sí. ¿Nos acompañas?
Durante mucho tiempo pensamos que estos llamados “juguetes bélicos” incitaban o legitimaban de algún modo la agresividad y creíamos, como mucha otra gente, que ofrecer estos materiales simbólicos se podría considerar una aceptación de la violencia.
Pero hace años aprendimos que alrededor de los 4 o 5 años, se despierta en muchos niños y niñas la necesidad de experimentar entorno al impulso de protección, de refugio, de defensa… vivencias que forman parte de la historia de la condición humana y que heredamos y necesitamos recrear para integrarlas.
Además, en esta edad se desarrolla también la conciencia del mal y el impulso interno de experimentar la lucha entre iguales. El juego simbólico, con sus cualidades de representación y de roles, permite esta exploración de la fuerza y de la rivalidad de una forma sana. Es el terreno simbólico, justamente, el que permite cruzar límites de violencia ficticia, simulada o en cualquier caso mesurada, que de otro modo no serían aceptables.
Los instrumentos de lucha son un apoyo al servicio del juego simbólico, y por esta razón se los fabrican con palos, ramas, escobas o tubos de cartón. Los adultos y adultas, deberíamos acompañar con límites claros, con mirada honesta y no con falsos juicios de valor, el desarrollo infantil saludable con todas, no sólo las que están bien vistas, todas las características que nos otorga el hecho de ser humanos y de vivir juntos/a. ¿No os parece?
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