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Jugar a construir significa mucho más que juntar unas determinadas piezas o disponer unos bloques de madera unos encima o al lado de otros; es una actividad científica, creativa y artística. Los juegos de construcción generan placer y...
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Jugar a construir significa mucho más que juntar unas determinadas piezas o disponer unos bloques de madera unos encima o al lado de otros; es una actividad científica, creativa y artística. Los juegos de construcción generan placer y diversión, pero también acompaña en la estructura de funciones cerebrales superiores como el lenguaje, la atención, la memoria, la percepción, la experimentación, la creatividad, etc. Los juegos de construcción les aportan siempre gran satisfacción y una sensación de logro que alimenta su autoconfianza y autonomía.
Hablar de juegos de construcción, es hablar de un espectro muy amplio de propuestas que se refugian bajo este gran paraguas conceptual. Hablamos de construcción con bloques, construcción con herramientas reales, con espejos, construcción de pistas de canicas y fichas, con piezas sueltas y construcciones tinker. Así hemos intentado nosotras reorganizar este cajón de sastre, que es en definitiva un homenaje a la palabra “construir” en mayúsculas.
Transformar la realidad, imaginar y crear, experimentar, jugar a construir sin límites modificando el entorno. Construir una casita para los caballos, una torre alta, un avión para los muñecos, un mandala… ¡lo que sea!, todo es pura magia y proceso creativo en vivo y en directo. Más allá de habilidades importantes como la motricidad fina, la coordinación mano-ojo, la concentración, el pensamiento abstracto o la lateralidad, entre otros, aquí queremos volver al origen del juego, a sus entrañas, que dan lugar a necesidades vitales en los niños y las niñas y que encuentran su expresión en el juego de construcciones.
Un juego de construcción es como un refugio. El mundo no existe, solo las piezas de construcción y el/la niño/a. Solo se visualiza un objetivo: hacer una torre, construir el barco o hacer que los engranajes giren. Las pequeñas manos se coordinan en mantener el equilibrio complicado de las piezas mientras, con la lengua fuera, se intentan controlar los impulsos que, si salieran, desmontarían el trabajo tan costoso ya avanzado.
Las piezas de construcción, no están seleccionadas al azar y todo tiene su lógica, su armonía. Llega de repente una pieza complicada, no se puede, no alcanza o no encaja bien... ¿y de puntillas? ¿Y apoyándola en la mesa? Tampoco. ¿Qué podría hacer para llegar o para que la pieza se sujete? Coger una silla y subirse en ella. O coger un martillo para golpear duro.
Podría haber una figura adulta que le dijera que las sillas no sirven para subirse o que los martillos son peligrosos, pero no es así, y se permite que el niño/a encuentre una estrategia para resolver su problema. Encima de la silla o con el martillo en la mano, todo se ve diferente, y ahora sí puede poner ese cubo en la cima de la torre o encajar esa pieza que se resistía.
La satisfacción recorre su cuerpo y se proyecta en su cara. ¡Objetivo cumplido! Pero, alguien pasa rápidamente al lado de la torre y hace que se balancee o coge el barquito para verlo y se le escapa de las manos, o el mandala no cabe porque estimaron mal el espacio, o los engranajes no giran… ¡oh no!
¡Qué difícil es lidiar con las frustraciones de nuestros hijos/as!, ¿no os parece? Esos momentos de furia o de desconsuelo que ocurren cuando algo no sale según sus previsiones, haciéndoles estallar de enfado o de llanto. ¿No hay una varita mágica para esto? Nosotras creemos que sí.
No es un objeto con forma de palo y una estrella brillante en la punta, no. Es algo mucho más sencillo y al alcance de todos y todas: dejar que el juego fluya.
El aprendizaje dependerá muchísimo del acompañamiento que hagamos durante el mismo. Una vez revisado que el material que estamos ofreciendo es el adecuado a su edad o su maduración, ¡dejemos que las cosas ocurran! Nadie puede aprender a dominar la frustración si no se frustra nunca, ¿no? Hablemos, busquemos soluciones con ellos/ellas, probemos, celebremos… lo que sea, pero no intentemos sujetar con manos y pies sus construcciones para evitarles ese sentimiento porque, hasta las torres más altas, han nacido para caerse.
Puede que, pasada la tormenta, hasta estalle de repente una carcajada. O que si había más de un niño o una niña implicados, decidan volver a construir juntos/as desde cero. Las piezas de construcción pasan de una mano a otra y se combinan en su colocación. ¿Y si ponemos este prisma tendrá más fuerza? Probemos. Parece un castillo. Esta pieza será un caballero. Tenemos que construir una muralla para que no entre el dragón. ¡Vigila! ¡El dragón! Y el juego continúa entre risas y consensos, se añaden algunos niños/as, otros se van… y el mundo continúa sin existir, solo las piezas y ellos/as.
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