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Columpiarse hacia delante y hacia atrás, en un columpio, activa el sistema límbico. Sin embargo, balancearse en una hamaca de izquierda a derecha, hace que nos relajemos. Es decir, que el movimiento delante-atrás activa y el de izquierda-derecha,...
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Columpiarse hacia delante y hacia atrás, en un columpio, activa el sistema límbico. Sin embargo, balancearse en una hamaca de izquierda a derecha, hace que nos relajemos. Es decir, que el movimiento delante-atrás activa y el de izquierda-derecha, nos relaja. Es brutal ver como niños muy activos disfrutan rato y rato en una hamaca y como los más tranquilos pueden pasarse horas en un columpio.
Un par de ganchos sujetos del techo pueden hacer maravillas, podréis intercambiar diferentes elementos de movimiento en vuestras propias casas. Hemos asesorado familias y todas se han animado a reconvertir su pasillo en una zona de movimiento instalando esos ganchos.
Creo que uno de los mejores regalos que me hicieron en casa cuando niña fue instalarnos un columpio. La sensación de velocidad, del viento en la cara y las mariposas en el estómago, me encantaban.
Trepar, columpiarse, son juegos que les permiten concentrarse, conocerse físicamente, explorar la propia fuerza y habilidad, poner los cinco sentidos en el movimiento y la coordinación.
A menudo, los niños y niñas son bombardeados con una cancioncilla adulta inquietante: no corras, no te subas ahí, te vas a caer, ten cuidado, esto no es para tí, no subas, no bajes por aquí, no saltes tan alto...no....no...no me hagas sufrir. A pesar de esta presión contraria y debilitadora, los pequeños persisten, lo intentan mil veces, repiten, no se dan por vencidos. Es más: dentro de su maravillosa capacidad de autoregulación para repartir su energía vital, siempre priorizan el movimiento: se trata de una necesidad esencial para su desarrollo saludable. Simplemente, un niño que siempre está quieto es un niño enfermo.
Muchos niños y muchas niñas se pasarían la vida haciendo el/la saltimbanqui. Es ver una pared, una montaña, una roca, unas barras, ¡lo que sea!, que allí se lanzan. Necesitan movimiento, necesitan poner a prueba su equilibrio y ejercitar el cuerpo. ¿Sabéis de qué os hablamos?
A menudo, los padres y las madres pensamos que para hacer todo esto hay que ir al parque, donde hay zonas preparadas y estructuras pensadas para poder subir, bajar y deslizarse. Y poca cosa más, porque de hecho, las estructuras de juego de los parques urbanos, especialmente diseñadas para los niños, resultan muy limitadas.Asociamos esa posibilidad de movimiento siempre a espacios exteriores y les decimos que sí, que ahora bajamos al parque o que no se preocupen que el fin de semana les llevamos a la montaña.
Nosotras creemos que, sin duda alguna, el mejor lugar para experimentar con el movimiento es la naturaleza, nuestro medio natural: el bosque, la playa...pero muchos de nosotros no podemos acceder a ella de forma cotidiana.
Una escalera de cuerda, un columpio blando, una cuerda de nudos, una hamaca o una tela resistente y larga, son buenas opciones para facilitar y permitir este riquísimo abanico de juegos de movimiento corporal. Si nos atrevemos, veremos que no es tan difícil. ¡Un gancho en el techo y un mosquetón pueden hacer maravillas!
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