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23 de Mayo de 2016 Categorías: Los niños siempre juegan y siempre jugarán a…
Foto de portada por bady abbas desde Unsplash
Como decía Hamlet "Ser o no ser, esa es la cuestión". Como llevados por la fuerza del existencialismo, los niños y la niñas se esconden, se ocultan, desaparecen tras todo tipo de elementos. Y es que el ser y el no ser forman parte de la escala evolutiva de las personas y tiene un peso bastante importante en la infancia como para detenernos a reflexionar.
"¿Dónde está Pablo? - ¡Cucú! ", Seguro que habéis jugado al cucú-tras de forma inconsciente, sin saber muy bien el porqué, pero sabiendo que es un juego que forma parte de la cultura de infancia. Quizás porque jugaron con vosotras/os, o porque habéis visto a alguien jugar y habéis podido disfrutar de la risa contagiosa de las pequeñas y los pequeños. O aquella niña o aquel niño que corre por la calle y se esconde en una portería y cuando se acerca alguien le asusta. Seguro que alguna vez habéis sido cómplices del juego de las niñas y los niños cuando piden: "¿jugamos a que me escondo y me buscas?"; cuentas hasta 10 y cuando vas a buscarla/o le ves los piececitos que salen de debajo de la cama o de debajo de las cortinas, pero, no obstante, se inicia un juego de búsqueda por los lugares más insólitos con una risa de emoción de fondo.
Foto de Annie Spratt desde Unsplash
Las niñas y los niños juegan a esconderse por el placer de ser encontradas/os. La desaparición se relaciona con la pérdida de una/o misma/o. Para ellas y ellos desaparecer significa dejar de existir, en todas sus vertientes: si me tapo los ojos, ya no existo; si me escondo, ya no existo; siempre que no me vean, dejo de existir y, por tanto, termino perdida/o en mi cuerpo, en mis pensamientos, en mis acciones. Pero cuando la persona adulta le encuentra, el niño o la niña se reencuentra a sí mismo/a, vuelve al mundo y a la existencia.
Desaparecer es divertido, pero también puede ser angustioso. La desazón de no volver a existir convierte el juego en emocionante. Hay que recordar, también, como cuando la madre se marcha, para el niño o la niña desaparece y... ¿quién la hallará? ¿Quién la hará reaparecer?
Ofrecer a las niñas y los niños espacios donde poder "desaparecer" les ayuda en esta construcción de la propia existencia. Es gratificante ver la emoción en sus rostros cuando vuelven a sí mismas/os, cuando son encontrados, cuando el placer invade su cuerpo diciendo: ¡estás aquí!
Photo by Caleb Woods on Unsplash
Así, el juego de esconderse propicia un espacio donde jugar con la propia existencia y la del/de la otro/a; donde autoafirmarse a uno/a mismo/a y construir la propia imagen. Cuántos procesos escondidos en un juego que a simple vista parece tan sencillo.
Así que, si veis unos piececitos que salen por debajo de las cortinas; o cuando un bebé se tape la cara, recordad que está jugando con la propia existencia; porque en el esconderse y aparecer está la belleza de la evolución; la lentitud de la construcción del yo; y la mirada amorosa del adulto; por eso los niños y las niñas siempre juegan y siempre jugarán a esconderse.
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